Malvenida!

Teoría del enjambre, una extensión más en busca de la individualidad


jueves, 2 de agosto de 2007

El àlbum

Abrìò el libro. Como una bofetada de realidad, las garras de las hojas cortaron rebanadas delgadas de sus ojos. Deudas. Citatorios. Sueldos y herencias inesperadas. Jazmines que olìan a geriàtricos neuròticos. La abuela. Vieja maldita. Engendro del diablo, yo. Porque la mano de Dios habìa sido olvidada, que nunca le dije que la zurda es màs chida para masturbarse. Vieja, que me embadurnò en aceites de lonja de tiburòn, enrollò cada una de mis vèrtebras con masking y me hizo tomar sangre de iguana para curar mi miope alma.
Es que aquel dìa, la desgraciada muriò. No, mi abuela no, mi madre. Eso es ser desgraciado, te deja el marido, las deudas, el trabajo, la obesidad, Tonta ella... que una pastillita, una operaciòn, y la sangre mantecosa se derramò en su poco acondicionado mùsculo cardiàco. Tonta. Tonta. Que muriò sin gracia, sì desgraciada... fea, gorda, obsesiva y neuròtica. Y me dejò. Con la abuela. Sus suèteres ridìculos, rosas con azules y bolitas que parecìan peluzas de su gato viudo... sopa de verduras, y papillas, caldos de carne para evitar que su corriente dentadura se encajara en los bisteces. No, pocas veces comì carne.
La foto del gato en el sillòn. La foto del gato en mi cama. La foto del gato en el piso, en la ventana en la puerta en el jardìnenlabardaenlacocinaenlebañoensucamitacomiendosaltando en la tierra muerto. Pobre gato muerto. Que descanse en el ruido, el ruido de las malditas noches que la abuela sorda no escuchò... nunca. Que se muriò por un infarto. Abuela, se muriò por veneno. Pobre gato envenenado, pobre gato asesinado... quizàs lo matò alguien que no lo soportaba, quizàs alguien que dormìa junto a tu recàmara, abuela.
Pero ese dìa, abuela, la corriste, porque su falda era corta, porque sus muslos olìan a semen, porque se maquillaba como puta, porque su cabello era corto, porque su escote era pronunciado, porque no sabia cocinar y en vez de eso estudiaba. Y ella se fue corriendo, indignada, para siempre, dejàndose perder bajo las llantas del pesero. Ay! abuela. Tù llorabas por el gato y yo lloraba por ella. Y tù lloraste por el gato, y yo sigo llorando por ella.
Aunque hoy abuela, recuerdo que me quisiste querer y cuidar, que me procuraste bien, que ante Dios yo era tu ùnico fin, mi bien, abuela. Por eso, gracias, mi querida abue. Recuerdo en esta foto, donde tù y yo estàbamos juntos en la Navidad, en la iglesia... y tuviste un accidente... la cera de tu vela cayò sobre mi piel. No te preocupes abuela, fue un accidente. Que tus ataques eran por mi falta de madurez y mi poca conciencia, por mis arranques adolescentes. Lo sabìa abuela, me querìas. Has dejado las monedas de tu bolso roto a... a... Vieja maldita!!! Perversa y fastidiosa, todo lo has dejado a la iglesia... tu "ùnico hogar", para Dios tu "ùnico compañero"... y para tu "ùnico nieto"... las cenizas de tu gato... demonio encarnado en seniles vicios...

1 comentario:

Anónimo dijo...

por qué?

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